jueves, 13 de enero de 2022

SER en lugar de SABER


Cuando empecé mi camino buscando una relación de Amor y Respeto con mi hijo,
hace ya más de 20 años,
una persona muy querida y muy sabia me dijo
“lo que buscas sólo puede venir de un cambio de conciencia”.
Con mi mente técnica de entonces, y todavía novata en cuestiones humanas, pensé
“qué tontería!; es cuestión de aprender a hacerlo bien”.
Y eso hice, buscar a las personas que me parecía que “lo hacían bien”.
Así fue como hice el primer gran descubrimiento de mi vida:
el planteamiento no-directivo de Mauricio y Rebeca Wild,
del que me enamoré inmediatamente (¡y sigo enamorada!).
Sin embargo, llegó un momento en que me dí cuenta de que muchas veces
era incapaz de llevar a la práctica
muchas de las propuestas en las que creía con tanta convicción.
Confiaba en que mi hijo sabía lo que necesitaba para su desarrollo…
hasta que me encontraba con alguna situación que me producía miedo y dejaba de confiar.
Aceptaba su forma de ser…
hasta que chocaba con mis creencias más profundas y no podía aceptarla.
Le ponía límites para una convivencia en armonía…
hasta que su frustración me hacía sentir tan mal que dudaba de mi criterio y los cambiaba.
Le trataba con todo mi cariño…
hasta que me encontraba con algo que no sabía manejar y el enfado se apoderaba de mí…

Descubrí que mis propias carencias personales eran la principal dificultad
para construir la relación de Amor y Respeto que buscaba.
Entonces recordé las palabras que no había querido escuchar,
entendí lo que significaba ese “cambio de conciencia”.
Me dí cuenta de que una relación auténtica
se establece desde el SER no desde el SABER.

Saber lo que mi hijo necesitaba de mí y no poder dárselo me producía mucha culpa,
me hacía perder la seguridad en mí misma como madre y como persona.
Y así se dificultaba más mi relación con él.
¡Fue una época de profunda crisis personal!

Continué mi búsqueda, e hice el segundo gran descubrimiento de mi vida:
The Work.
The Work me ha permitido entrar dentro de mí y encontrar mi verdad.
Me ha permitido confiar en las situaciones en las que no era capaz de confiar.
Me ha permitido aceptar lo que no era capaz de aceptar.
Y quizá lo más importante,
me ha traído la seguridad en mí misma, como persona y como madre.
The Work ha sido el camino que me ha permitido
llevar al corazón lo que había aprendido con la cabeza.
Un camino personal, desde la no-directividad,
para integrar en mí una nueva dimensión del Amor y el Respeto



Hoy mi experiencia me sirve para apoyar a otras madres y padres
que también buscan el Amor y el Respeto como base de la relación con sus hijxs.
Les apoyo para ir más allá del SABER,
Para integrar integrar el Amor y el Respeto en el SER.

domingo, 5 de enero de 2020

¡Qué difícil decir NO!


Otra de las dificultades más grandes que me encontré en la crianza de mi hijo
es que me sentía muy insegura diciendo NO a sus demandas.
Dudaba, le daba muchas explicaciones,
quería que me comprendiera y así aceptara mis decisiones,
cambiaba de parecer, muchas veces terminaba cediendo,
y necesitaba llegar hasta un extremo muy extremo antes de decir un NO claro.

Consideraba que todas sus demandas eran necesidades.
Consideraba que decir NO sería una frustración terrible para él,
incluso que le perjudicaría en su desarrollo y que no se sentiría querido.
Interpretaba el Amor y el Respeto como complacer a mi hijo.
Pensaba que así quedaría satisfecho y dejaría de demandar.

Resultó que ocurría todo lo contrario, mi hijo cada vez demandaba más,
se volvía exigente y cada vez se enfada más ante el NO.
Como veo que ocurre también a otras mamás y papás,
yo me sentía cada vez más confundida y con más dudas.
Finalmente ya no era posible decir NO sin que estallara una crisis familiar
de enfados, gritos, llantos y frustración.

Mi camino de búsqueda me llevó a encontrar respuestas:
aprendí a distinguir qué demandas era necesario atender y cuáles no.
Aprendí que hay frustraciones que son perjudiciales,
y que hay otras que son parte del desarrollo y no sólo no es necesario evitar
sino que permitirlas aporta muchos beneficios a su hijx.
Aprendí a encontrar dentro de mí la seguridad y la confianza
para poder decir NO con amor, sin estrés y sin enfado,
y para aceptar y apoyar a mi hijo cuando se encontraba ante la frustración.
En definitiva, aprendí un nuevo sentido de la autoridad: la responsabilidad.

Todas las dificultades con las que me encontré en la crianza de mi hijo
convirtieron mi Maternidad en la experiencia más profunda y transformadora de mi vida.
Hoy pongo a disposición de otras mamás y papás
todo el aprendizaje y herramientas de crecimiento personal que me han enriquecido,
para acompañarles en sus propios caminos de búsqueda.


domingo, 29 de diciembre de 2019

La Maternidad como camino de transformación


El nacimiento de mi hijo, hace ya más de 21 años,
me despertó una profunda necesidad de encontrar valores verdaderos para mí.
Insatisfecha con los valores que veía a mi alrededor, y con los que yo había crecido,
necesitaba encontrar valores sólidos que me sirvieran de base para construir la relación recién estrenada.
Aún no lo sabía, pero trataba de buscar respuestas a las preguntas
¿qué es la infancia?, ¿qué necesita el ser humano en sus primeros años de vida?,
y en definitiva, ¿qué es la Vida?
Así inicié un camino de búsqueda, en el que aún hoy continúo,
que ha convertido mi Maternidad en la experiencia más profunda y transformadora de mi Vida.
En pocas palabras, este camino de ir haciéndome madre
también ha sido el camino de encuentro con el sentido de la Vida.

Las respuestas las fui encontrando de la mano de las dificultades que me presentaba la crianza.
O también podría decir “de los errores que cometí”.
Dificultades o errores, fueron las experiencias que me empujaron
a seguir buscando valores con sentido para mí.

En este camino, tuve la inmensa suerte de encontrar a mis grandes maestros:
Mauricio y Rebeca Wild.
Conocerlos a ellos y conocer su trabajo sobre el acompañamiento no-directivo
fue la primera experiencia transformadora de mi vida.
En esencia, lo que ellos me aportaron fue lo que se ha convertido en mi lema
en la relación con otras personas, adultxs o niñxs:
“El privilegio de una vida es ser quien eres”


Una de las primeras dificultades con las que me encontré en la crianza de mi hijo fue que,
tratando de satisfacer sus demandas de bebé,
pronto me encontré haciendo malabarismos para satisfacer
las demandas cada vez más altas de un niño que ya no era tan bebé.
La nube de felicidad que había sido el contacto íntimo y continuo en sus primeros meses
se fue transformando en una pequeña cárcel de demandas cada vez más difíciles de atender.

Queriendo lo mejor para mi hijo,
me había faltado el conocimiento para distinguir entre qué necesitaba de mí y
qué necesitaba hacer por sí mismx.
Había considerado el Apego como su única necesidad.
No me había dado cuenta de que, tan importante como el apego
era el desarrollo de su Autonomía.

Aprendí que el niñx que no tiene oportunidad de tener sus actividades autónomas,
de experimentar las capacidades que va adquiriendo en su proceso de maduración biológica,
(y esto es posible bastante antes de cumplir el primer año de vida)
va acumulando insatisfacción,
se hace cada vez más demandante y exigente,
y contrariamente a lo que cabría esperar, se va volviendo cada vez más inseguro.
Y, como veo que ocurre en muchas otras madres y padres,
apareció en mí el cansancio, luego las dudas, y después el enfado.
Una espiral de malestar y frustración que iba enturbiando la relación con él.

Entre muchas otras cosas,
aprendí que favorecer la autonomía no iba en contra de una relación de apego,
aprendí a encontrar el equilibrio entre estas dos necesidades que yo creía opuestas.
Aprendí que “dar raíces” y “dar alas” es más que una bonita metáfora,
aprendí que se puede hacer realidad casi desde el inicio de la vida.


Hoy, además de acompañar a otrxs niñxs,
pongo a disposición de otras mamás y papás
todo el aprendizaje y las herramientas de crecimiento personal que me han enriquecido,
para acompañarles en sus propios caminos de búsqueda y de transformación.


viernes, 29 de noviembre de 2019

EL AMOR ES LO PRIMERO

"Los dos mejores regalos que podemos ofrecer a nuestros  hijos son:
firmes raíces para crecer y bellas alas para  volar"


Desde que nació mi hijo, una pregunta ha estado acompañándome durante estos largos 17 años:
¿DE QUÉ MEJOR MANERA PUEDO HACERLE LLEGAR ESTE AMOR QUE TAN INTENSAMENTE SIENTO POR ÉL?

Con todos mis mejores sentimientos e intenciones, con mucha frecuencia mi desconocimiento, mis miedos y mis ideas preconcebidas han eclipsado lo que más necesitaba y necesita de mí:  EL AMOR SIN CONDICIONES.

Encontrar respuestas a esta constante pregunta ha resultado ser un largo camino de crecimiento personal, a veces duro, al conectar con el dolor de mis propias carencias; pero otras veces enriquecedor y placentero, al encontrar los muchísimos matices de que está hecha la vivencia del AMOR.

Descubrí que muchas veces he llamado amor a la necesidad de que me amaran.

Descubrí que el nacimiento puede ser la primera gran experiencia de amor, y que la forma de nacer deja huella para toda la vida.

Descubrí que, para un niño pequeño, el amor está en CÓMO más que en QUÉ: cómo le es tocado, cómo es hablado, cómo es mirado, cómo es movido...

Descubrí que el amor está más relacionado con ESTAR que con HACER; y con ello descubrí que estar con mi hijo y con otros niños era para mí una gran experiencia meditativa. Descubrí el valor y la trascendencia de LA PRESENCIA.

Descubrí también que el amor es permitirle ser quien es, y no caer en la poderosa tentación de llevarle por mi camino, ni siquiera "por su bien".

Descubrí que el amor no es siempre la respuesta más cómoda, y que un niño necesita unos padres y adultos suficientemente fuertes y maduros que le sepan decir NO. Descubrí que amor y firmeza no son incompatibles, sino que van de la mano.

Descubrí que el amor es el motor para la vida y que, desde la vivencia de sentirse amado, el niño necesita poco más para lanzarse a descubrir el mundo!

Descubrí que el amor no es como una mercancía que el adulto da y el niño recibe; es más bien una decisión de mirar al otro y de relacionarme con él de una forma que resulta enriquecedora y placentera para los dos. Por eso, amar a mi hijo, y luego también a otros niños, ha resultado ser a la vez la mejor forma de amarme a mí misma; la experiencia que ha llenado el vacío de mi infancia.

Y lo más importante, descubrí que, de todo lo que los niños necesitan de nosotros, madres, padres y educadores, EL AMOR ES LO PRIMERO. Que las raíces que quiero regalar a mi hijo no son otras que el amor.


En palabras de Rebeca Wild (quizá no textuales porque las recito de memoria):

"La tarea más importante del niño es extraer de las relaciones con los adultos el amor que necesita para construirse a sí mismo".




sábado, 21 de enero de 2012

Artículo: EL DESARROLLO PSICOMOTOR

Cuando el ser humano nace, tiene casi todas sus capacidades por desarrollar. Ni sus estructuras neurológicas ni muchos de sus órganos, los motores entre ellos, están terminados de formar. El desarrollo básico dura toda la infancia, más o menos hasta los 21 años.

Y en esto consiste precisamente la gran aventura de la infancia, en el propio desarrollo. Es la mayor fuente de satisfacción, porque es la aventura de vivir y realizarse a sí mismo! Aventura que la mayoría de los adultos no hemos conocido.

Artículo: EL JUEGO

Los adultos llamamos juego a ese montón de actividades, aparentemente sin sentido, de los niños.

Para los niños, el juego es el modo de acercarse al mundo, de descubrirlo, de explorarlo, de sentirlo, de comprenderlo, de vivirlo... Es una vía fundamental para satisfacer sus necesidades de desarrollo, en la misma medida que lo es el desarrollo de su psicomotricidad.
Lo que no tiene ningún sentido ante los ojos del adulto, para los niños tiene muchísimo sentido.
Es a través del juego libre como los niños obtienen muchas de las experiencias con el entorno que son imprescindibles para su desarrollo, para la formación de la red neurológica que hace posible la maduración de sus capacidades.

Artículo: RESPETO Y LÍMITES

Los niños pequeños están muy conectados con sus necesidades auténticas, las que van guiándoles por el largo camino de hacerse a sí mismos; y de una forma u otra, siempre tratan de satisfacerlas. Su naturaleza se lo pide para su propio desarrollo.



Su primera necesidad es de amor, traducido principalmente en atención y contacto físico; primero de su madre y poco a poco de otras personas cercanas. Si las necesidades básicas están cubiertas, enseguida van apareciendo las necesidades de acercamiento al mundo que les rodea. La evolución de los niños pequeños es muy rápida, y las necesidades satisfechas pronto van dejando paso a otras nuevas. Así, el bebé que cuenta con el alimento, la atención y los cuidados que necesita (que son las vivencias del amor), enseguida empieza a interactuar con su entorno: empieza a jugar con el pecho y con la ropa de su madre, a chupar los objetos que le rodean, a darse la vuelta, a reptar, a gatear, a investigarlo todo… Cuando logra su desplazamiento autónomo con el gateo, hacia los 8 meses, todo lo que está a su alrededor le atrae… Lo coge todo! Los adultos a veces no podemos soportarlo… Es el comienzo de la “lucha” entre adultos y niños.

La convivencia siempre trae consigo el conflicto entre las necesidades de cada persona. Cuando hay niños, sus necesidades son tan diferentes de las nuestras que la convivencia puede volverse muy difícil. Por otra parte, nosotros mismos, como niños fuimos poco respetados, y en consecuencia nos cuesta reconocer qué hay detrás de las demandas de nuestros hijos.

Como padres o educadores es importante que comprendamos que, en muchas ocasiones, lo que los niños reclaman no son caprichos, sino una verdadera necesidad para su desarrollo. En el caso anterior, detrás de un bebé que toca, coge y chupa todo, está su necesidad de experiencias sensoriales. Necesitan muchas experiencias de tocar diferentes texturas, tamaños, formas y pesos para llevar a cabo su desarrollo sensorial. Y para ellos no hay distinción entre unos objetos y otros…
Paralelamente, los adultos también tenemos la necesidad de sentirnos cómodos; por ejemplo, de proteger nuestros objetos para que los niños no los estropeen…

En nuestra sociedad, generalmente se imponen las necesidades de los adultos frente a las de los niños, que no se suelen comprender. Se suele educar en la obediencia, lo que puede llevar a los niños a una frustración muy grave de sus necesidades. La frustración de las necesidades de desarrollo siempre es una vivencia de dolor para el organismo en desarrollo, y si ocurre de forma repetida, el organismo se defiende del dolor perdiendo la conexión con ellas, en espera de que las circunstancias en algún momento puedan cambiar y las necesidades lleguen a satisfacerse...
Pero también, en ocasiones se da el caso contrario, especialmente en padres que se cuestionan la educación de sus hijos y quieren tratarles con respeto. En estos casos, los padres, por respetar las necesidades de sus hijos muchas veces no respetan las suyas propias, acumulando mucho malestar, que  puede llegar hasta resentimiento y ataques de ira  hacia ellos. Y transmitiendo que no hay espacio para las necesidades de todos…

La clave está en encontrar las formas de dar cabida a las necesidades de todos. Si no en todo momento y en todos los espacios (lo cual  probablemente sea imposible), sí diferenciando momentos y espacios para cada necesidad. Es un gran reto y requiere mucha honestidad y mucha observación de uno mismo y del otro, pero es el camino del verdadero respeto.
Para ello, en primer lugar se requiere la valoración de cada necesidad; no todas tienen la misma importancia en cada momento. Y en segundo lugar, hay que aceptar que habrá momentos de frustración para unos y para otros.

Siguiendo con el ejemplo anterior, el niño de 8 meses que está en la fase de descubrir el mundo a través de los sentidos, necesita tocar todo… o casi todo. El adulto que quiere respetar a su hijo tiene la responsabilidad de ofrecerle muchas posibilidades de manipular objetos de acuerdo a su edad. Quizá de buscar o preparar espacios donde la oferta de materiales sea rica y variada para su curiosidad. Incluso de acompañarle cuando haya objetos con cierto “peligro”. De este modo está respetando la necesidad de su hijo.
Cuando llega el caso de que el niño quiere manipular también objetos que el padre no quiere, porque son peligrosos, o porque se estropean o pueden romperse, o simplemente porque no quiere, es el momento de que se respete a sí mismo y ponga el límite a su hijo: “Esto no quiero dejártelo. Te lo voy a coger”. Es un momento de frustración para el hijo, pero no interfiere en su desarrollo, puesto que ya tiene muchas otras oportunidades para satisfacer su necesidad. Desde luego, le produce dolor, porque los límites siempre producen dolor. Aceptar su dolor y acoger su llanto es la forma de respetarle en esta situación, pero manteniendo el límite.

Este equilibrio puede encontrarse, con mayor o menor dificultad, casi ante cualquier necesidad. Y los límites juegan un papel fundamental a la hora de conseguirlo.

Pero tan importante como poner los límites adecuados es la forma de ponerlos…
Los niños pequeños se relacionan con el mundo a través de los sentidos, de los hechos, de lo concreto. Y así es también como se relacionan con los límites. Aún no han desarrollado la lógica causa-efecto ni las abstracciones, y apenas el lenguaje.. No necesitan explicaciones coherentes, ni razonamientos, ni negociaciones. Simplemente necesitan claridad suficiente sobre cuál es el límite. Una actitud firme y consecuente por parte del adulto, con más acciones que palabras, donde además las palabras sean coherentes y descriptivas de las acciones. Una actitud que no tiene que estar ligada al enfado (un enfado es un límite puesto demasiado tarde), y que también puede ser amorosa.
Por otra parte, los niños necesitan expresar y manifestar el dolor que les produce el límite. Necesitan un adulto que acepte y acompañe su llanto o rabieta, sin juicios, ni explicaciones, ni demasiadas palabras; simplemente con su presencia.

En general, los adultos tenemos mucha dificultad para poner los límites de este modo, y también para aceptar el llanto o la queja sin sentirnos manipulados o culpables. La convivencia con los niños es una oportunidad de oro para aprender a identificar nuestras necesidades, a respetarlas y a poner límites con respeto hacia el otro. En la medida en que podamos respetarnos a nosotros mismos podremos también respetar a los demás, niños o adultos, pero de verdad, desde el corazón, desde el convencimiento de que todos somos diferentes y de que, con creatividad, hay cabida para las necesidades de todos…