domingo, 29 de diciembre de 2019

La Maternidad como camino de transformación


El nacimiento de mi hijo, hace ya más de 21 años,
me despertó una profunda necesidad de encontrar valores verdaderos para mí.
Insatisfecha con los valores que veía a mi alrededor, y con los que yo había crecido,
necesitaba encontrar valores sólidos que me sirvieran de base para construir la relación recién estrenada.
Aún no lo sabía, pero trataba de buscar respuestas a las preguntas
¿qué es la infancia?, ¿qué necesita el ser humano en sus primeros años de vida?,
y en definitiva, ¿qué es la Vida?
Así inicié un camino de búsqueda, en el que aún hoy continúo,
que ha convertido mi Maternidad en la experiencia más profunda y transformadora de mi Vida.
En pocas palabras, este camino de ir haciéndome madre
también ha sido el camino de encuentro con el sentido de la Vida.

Las respuestas las fui encontrando de la mano de las dificultades que me presentaba la crianza.
O también podría decir “de los errores que cometí”.
Dificultades o errores, fueron las experiencias que me empujaron
a seguir buscando valores con sentido para mí.

En este camino, tuve la inmensa suerte de encontrar a mis grandes maestros:
Mauricio y Rebeca Wild.
Conocerlos a ellos y conocer su trabajo sobre el acompañamiento no-directivo
fue la primera experiencia transformadora de mi vida.
En esencia, lo que ellos me aportaron fue lo que se ha convertido en mi lema
en la relación con otras personas, adultxs o niñxs:
“El privilegio de una vida es ser quien eres”


Una de las primeras dificultades con las que me encontré en la crianza de mi hijo fue que,
tratando de satisfacer sus demandas de bebé,
pronto me encontré haciendo malabarismos para satisfacer
las demandas cada vez más altas de un niño que ya no era tan bebé.
La nube de felicidad que había sido el contacto íntimo y continuo en sus primeros meses
se fue transformando en una pequeña cárcel de demandas cada vez más difíciles de atender.

Queriendo lo mejor para mi hijo,
me había faltado el conocimiento para distinguir entre qué necesitaba de mí y
qué necesitaba hacer por sí mismx.
Había considerado el Apego como su única necesidad.
No me había dado cuenta de que, tan importante como el apego
era el desarrollo de su Autonomía.

Aprendí que el niñx que no tiene oportunidad de tener sus actividades autónomas,
de experimentar las capacidades que va adquiriendo en su proceso de maduración biológica,
(y esto es posible bastante antes de cumplir el primer año de vida)
va acumulando insatisfacción,
se hace cada vez más demandante y exigente,
y contrariamente a lo que cabría esperar, se va volviendo cada vez más inseguro.
Y, como veo que ocurre en muchas otras madres y padres,
apareció en mí el cansancio, luego las dudas, y después el enfado.
Una espiral de malestar y frustración que iba enturbiando la relación con él.

Entre muchas otras cosas,
aprendí que favorecer la autonomía no iba en contra de una relación de apego,
aprendí a encontrar el equilibrio entre estas dos necesidades que yo creía opuestas.
Aprendí que “dar raíces” y “dar alas” es más que una bonita metáfora,
aprendí que se puede hacer realidad casi desde el inicio de la vida.


Hoy, además de acompañar a otrxs niñxs,
pongo a disposición de otras mamás y papás
todo el aprendizaje y las herramientas de crecimiento personal que me han enriquecido,
para acompañarles en sus propios caminos de búsqueda y de transformación.