FILOSOFÍA

LA CASA ROSA basa su modo de entender la relación con los niños en la filosofía de Mauricio y Rebeca Wild, y su proyecto educativo Pestalozzi (Ecuador): el respeto por los procesos de vida.

Partimos del convencimiento de que todos los seres humanos (y en general, todos los seres vivos), nacemos con la potencialidad de todas las capacidades que corresponden a nuestra especie. Y de que estas capacidades se van activando, poco a poco, a través de las vivencias concretas con el entorno, y de acuerdo al programa de desarrollo de nuestra especie (las etapas evolutivas del desarrollo)
Dicho de otro modo, el motor del desarrollo de cada ser humano está en su interior, y se manifiesta a través de las necesidades de desarrollo (los niños tienen “hambre” de experiencias acordes con el momento de desarrollo en que se encuentran). Y es sólo a través de estas experiencias con el exterior que llegan a activarse las capacidades y a producirse el desarrollo, donde está incluido el aprendizaje.

En este sentido, la responsabilidad de padres y educadores es ofrecer un entorno adecuado que permita al niño las experiencias que necesita para la activación de sus capacidades en potencia. Un entorno en consonancia con las necesidades de desarrollo en la etapa evolutiva en la que se encuentra (el ambiente preparado).
Este es un gran cambio respecto a la forma tradicional de entender la educación, tanto a nivel familiar como académico, más bien basada en guiar, enseñar, imponer, reprimir, obligar y corregir, sin tener en cuenta que el desarrollo está regulado necesariamente por las leyes de la biología y la neurología.

Hasta los 6 o 7 años, los niños están en la etapa sensoriomotriz afectiva preoperativa. Esto significa que el desarrollo físico se enfoca en los sentidos y la motricidad, y se construyen las bases de la afectividad y los sentimientos. Pero las experiencias son, de momento, un fin en sí mismas; no será hasta los 7 años que empiecen a tener objetivos concretos.

El entorno preparado para niños en esta etapa consiste en una amplia variedad de posibilidades para experimentar con los sentidos: texturas, colores, tamaños, formas, temperaturas, olores, sabores, sonidos, ofrecidas de muy diversas maneras. Agua y arena como elementos imprescindibles.
Para el desarrollo de la motricidad, muchas posibilidades para moverse en libertad, en función de la madurez de los niños: colchonetas para los primeros movimientos de bebés; espacio libre para gatear o para los primeros pasos; escaleras y “estructuras” para subirse, más o menos complejas; columpios, balancines, etc, etc.
Además, todos los elementos para el juego simbólico, que empieza a ser una parte fundamental del desarrollo entre los 2 y 3 años: cocinitas, coches, muñecas, camitas, etc, etc.

Pero además del entorno preparado, para que la maduración del niño pueda darse de acuerdo a sus necesidades internas y sin condicionamientos externos, es necesaria una actitud de Amor y Respeto por parte de los adultos que le acompañan. Amor, porque es una necesidad tan básica como el aire o el alimento, y cualquier niño sacrificará sus necesidades de desarrollo por cubrir sus necesidades de supervivencia. Y que se traduce en acciones y actitudes concretas, aunque a veces sutiles, como el tono de voz, las verbalizaciones, la forma de tocar, la forma de mirar, etc, etc
Respeto como compromiso de no interferir en los procesos de cada niño. Lo que significa renunciar a las valoraciones, comparaciones, ayudas, interpretaciones, explicaciones, e incluso propuestas.

Otro elemento indispensable en el ambiente preparado son los límites, que no tienen el objetivo de educar, sino de garantizar la seguridad y el bienestar de todos…